Iimitad a Cristo y despreciad todas las vanidades de la tierra. “El que me sigue, no andará en tinieblas”, dice el Señor. Con estas palabras se nos exhorta a imitar su vida y hábitos, si queremos ser verdaderamente iluminados y libres de toda ceguera del corazón. Sea, pues, nuestro esfuerzo supremo el estudiar la vida de Jesucristo. La enseñanza de Cristo es más excelente que todos los consejos de los santos, y el que tiene su mente encontrará en esta enseñanza maná escondido. Ahora, hay muchos que a menudo escuchan el evangelio pero les importa poco porque no tienen la mente de Cristo. Sin embargo, cualquiera que desee comprender plenamente las palabras de Cristo debe intentar conformar toda su vida a la de Cristo. ¿De qué sirve hablar con erudición de la Trinidad si, por falta de humildad, desagradas a la Trinidad? De hecho, no es la educación lo que hace al hombre santo y justo, sino que es una vida virtuosa lo que lo hace aceptable a Dios. Prefiero sentir contrición que saber definirla. Porque, ¿de qué nos beneficiaría saber de memoria toda la Biblia y los principios de todos los filósofos si vivimos sin la gracia y sin el amor de Dios? Vanidad de vanidades, todo es vanidad, excepto amar a Dios y servirle sólo a él. Esta es la mayor sabiduría. Buscar el reino de los cielos a través del desprecio del mundo. Así que trata de alejarte de las cosas visibles para acercarte a las cosas invisibles.