Si la práctica continúa hasta hoy, para la socióloga Juliette Smeralda, autora de un ensayo antropológico que rastrea el desarrollo de la autoimagen en las diásporas negras e indias (1), la sociedad occidental impone códigos de belleza (piel clara, cabello lacio) eso no coincide con las mujeres negras. Presión sentida desde temprana edad: "la exposición constante de la niña negra a la muñeca occidental riesgo de modificar su relación íntima consigo mismo ". Aunque barbies Los colores han aparecido en el mercado de los juguetes, "la textura del cabello, los rasgos faciales se han mantenido largos y caucasoides". Cenicienta, Pocahontas, La Bella Durmiente, Alicia en el País de las Maravillas… Desde los cuentos infantiles más famosos hasta las películas de Disney, todos los cuentos imaginan el mismo tipo de heroína: morenas, rubias o pelirrojas, de pelo largo y liso.
¿Cambiar a iconos de belleza negros? Incluso los más famosos, como Naomi Campbell, no transgredir los códigos impuestos. “Los negros viven en un mundo donde no han establecido las reglas”, agrega Juliette Smeralda. El rechazo del cabello encrespado por parte de los negros también se explica por la pérdida de una herencia. Arrancados de África y despojados de todas sus posesiones, los esclavos no pudieron transmitir la enseñanza de la peluquería ”. Una pista estudiada por el doctor Willie L. Morrow, en su obra titulada 400 años sin peine.
Una cuestión de identidad cultural
El regreso de Afro, por lo tanto, subraya un cierto deseo de afirmar la etnia, una forma de asumir los propios orígenes. "Me siento como yo mismo", confirma Caroline, pañal desde hace dos años. Como ella, muchos han sentido esta transición natural como una revelación. "Me sentí liberado cuando entendí de dónde venía mi complejo", confiesa otro converso. “Cuando llevas el pelo natural, también es un momento en el que te interesas por tus raíces, por tu cultura”, añade Qita, también seguidora del movimiento. Y, fuera de discusión para ella, reconsiderar el alisado del cabello. Además, en ese momento, literalmente se negó a que le tocaran el cabello, incluso a que se lo contaran. “Sentí como una especie de vergüenza, la conciencia de disfrazar mi verdadera naturaleza”. Sin embargo, fue recién a los 22 años cuando decidió dejar los tratamientos de alisado. Y muchos son los que se niegan a dar el paso, tomando como excusa la dificultad de cuidar el pelo afro. En total desacuerdo, Juliette Smeralda afirma que se trata de “una forma de esconderse detrás de un problema”. El sociólogo agrega que “es difícil cuestionar la imagen que durante mucho tiempo nos reflejamos en el espejo. ¿Te imaginas la consternación de las mujeres políticas negras si un día se vieran obligadas a llevar el pelo encrespado?
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