LEl cielo oscuro pintaba la bóveda celeste, la niebla era espesa, el sol estaba ausente. Vestidos con una armadura de hierro, protegidos por un escudo de bronce, con un yelmo en la cabeza y una espada en la mano, creíamos que estábamos listos para la batalla. Fue entonces cuando cabalgamos, como caballeros teutónicos, a través de tierras desconocidas, atravesando tierras y aguas, desafiando vientos y mareas.
Realizamos cruzadas, guerras y expediciones en busca del santo grial. Sin embargo, en este inmenso campo de batalla, ¿hemos simplemente triunfado sobre nuestras pasiones?
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