SEn una hectárea de tierra en la pequeña costa, florecen las viñas del “clos des baobabs”. La primera cosecha tuvo lugar el pasado mes de abril. Dos meses después, las 5000 plantas plantadas produjeron alrededor de sesenta botellas. “Un rosado estructurado y agradable para beber sin problemas como aperitivo”, asegura el enólogo franco-senegalés Mokhsine Diouf, uno de los socios del negocio. Objetivo de la próxima cosecha: 500 botellas, informa lemonde.fr, que dedicó un informe al caso.
Para llegar a este resultado, fue necesario domar la naturaleza hostil a este tipo de cultura. Era necesario buscar agua en los medidores 180 en el nivel freático, recrear la latencia (ciclo vegetativo de la vid), eliminar las termitas y otros parásitos, luchar contra los monos, que muerden las uvas. Un infierno de trabajo, que no hizo retroceder a Mokhsine Diouf y sus asociados: François Normant, un científico informático llegó a Senegal en 2007, y Philippe Franchois, un asegurador que trabajó durante treinta años en Meursault antes de regresar a su país natal.
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